Carta de un montón de cenizas

Andrés Romero

 

Carta encontrada en los bolsillos de un N.N., de aproximadamente 27 años, del sexo masculino, ahogado en el río Bogotá el 17 de agosto del año 2019. La carta estaba en mal estado, dentro de uno de los bolsillos del saco del difunto. Aparte de la carta y sus vestimentas, no se encontró ninguna posesión personal. Tras la revisión del personal de medicina legal, la carta fue entregada a la Biblioteca Nacional para formar parte del archivo de textos escritos encontrados en cuerpos de personas no identificadas.

Antonio M. Ródez

Director de Medicina Legal

9 de septiembre, 2019

 

Bogotá, 15 de agosto, 2019

Querido amigo:

 

Ayer ayudé a mi tía a hacer una mudanza. Pasé cinco horas cargando muebles, bolsas pletóricas de prendas y objetos de aseo. Estuve subiendo y bajando de un cuarto piso a otro. Al final lo único que salió de ella fue un “gracias”.

 

¿Por qué debemos hacer favores sin esperar nada a cambio? Ser una persona buena, noble, abnegada, en este circo dantesco en el que vivimos es una tontería… mantener el camino de la “virtud” me hace sentir como Sísifo. A pesar de este pensamiento sabes que nunca podría alejarme de mi naturaleza noble; no obstante, lo que piense y lo que quiero ser, algo dentro de mí no me permite ser misántropo. Así que me despedí de ella, la abracé y me largué a la universidad enojado.

 

En el Transmilenio una mujer lloraba frente a mí. Sólo veía su espalda, pero sus lamentos, a pesar de quererlos ocultar, la dejaban al descubierto. Todos giraron su mirada hacia las ventanas, temerosos de ser presas de esa melancolía. Si hubieran mirado dentro de mí, quizás hubieran hecho lo mismo. Así varios minutos hasta que un anciano se subió en la estación de las Ferias. Usaba traje de tres piezas color perla, su cabello estaba teñido por las nieves del tiempo. De su rostro, una sonrisa que parecía inmarcesible, me señalaba.

 

Se hizo frente a la chica y sin mediar palabra, sólo con esa mirada perdida entre el polvo del espacio, logró calmarla. En un momento el anciano fue empujado por la fuerza del freno y sin dejar de sonreír, como un niño cayendo en un lecho de hojarasca, se dejó llevar hasta desaparecer en el mar de gente. La chica se bajó casi de inmediato, ya calmada, ya sonriente. No volví a ver al anciano, pienso que, quizá, si lo hubiera visto de nuevo, su sonrisa me habría quitado este vacío como lo hizo con la chica. En la universidad no pasó nada nuevo. Toda la jornada me la pasé taciturno y no hablé con nadie. Las clases se me hicieron tediosas, pero por lo menos estudio, bien sabes que ese era mi sueño.

 

Al llegar al barrio caminé hasta la cafetería donde siempre nos encontrábamos. Era de noche. Una helada. Contigo se fue aquella calidez granate de las farolas blancas, yermas, muertas. Sin ti mi vida ha perdido su único pilar, sin ti de nuevo me siento solo en este mundo de silencio. En el camino imaginé que me esperabas ahí sentado con un cigarro entre tus dedos, con una sonrisa que siempre lograba contagiarme a pesar de todo; esa sonrisa que me es tan necesaria ahora. Como era de esperar, no estabas y no pude aguantar las lágrimas, no pude evitar maldecir a los hados por darme tan infausto sino. No supe ni siquiera cómo parar las lágrimas, ni cómo ver al frente, pues esa silla ora, vacía, ora rodeada de nostalgia, se me antojaba insoportable.

 

Te necesito y aunque sé que es demasiado egocéntrico: ¡Te necesito! Necesito quien me consuele, necesito tu voz, tu calidez, esa forma de hacerme entender las estupideces que yo no logro comprender…te necesito para seguir vivo. Las cosas han vuelto a verse oscuras, no sé qué hacer…el deseo de volver a ver mi sangre correr se me hace cada vez más necesario.

 

Ojalá llegaras sin avisar y me golpearas para entrar en razón: una pequeña bofetada, un pequeño golpe en la cabeza como era usual. No logro soportar más.

 

No sé qué más decir, no sé cómo saciar este desespero. Toda esta melancolía, toda esta mierda que me destroza el alma…solo todo.

Ven pronto, ven pronto, por favor vuelve… aunque sé que no puedes… Cada día sin ti es un paso hacia la locura para mí.

 

Perdón por esta carta, pero es el único medio que hace que me tranquilice.

Perdón por todo.

 

Con cariño A...